La ignorancia, madre de todos los males
Es irónico que en una
sociedad donde se promueve tanto ser libre, sea ella misma la que te
proporciona jaulas de oro donde es tan fácil encerarse y caer en la espiral
interminable de la ignorancia, decorada con un par placeres.
Pido no encerrar mis
sentimientos porque el mensaje difundido en estos tiempos es una falsa
propaganda que oculta el egoísmo disfrazado de amor propio, propone la apatía
desmedida con el fin injustificado de no ser lastimado, como si fuese acaso
posible ser feliz reprimiendo el sentir, como si la tristeza y la alegría no
fuesen parte de la vida y se tuviera que tener ambas para poder sentir una u
otra.
Este sistema te quita
cualquier ápice de humanidad y busca llenar vacíos con pensamientos banales, con
adquisiciones materiales. Estos parámetros te hacen ser un consumista extremo,
para poder mantener una apariencia que no sirve para nada, más que alimentar el
ego y desnutrir el alma, este sistema te esclaviza.
Nos hemos convertido en
esclavos de nuestros deseos, de nuestras pasiones, de nuestras palabras y de
los paradigmas impuestos por los demás. Cuando hablamos de éxito pensamos en
status, en poder adquisitivo y un sin fin de vertientes vinculadas al mismo. Muy
pocos conciben el éxito como algo reflexivo, en nutrir su espíritu, en
conservar, preservar y adquirir nuevos valores éticos y morales para de esta
forma ser un buen ser humano, que más que preservar su propia existencia, tenga
buenos propósitos tanto para la sociedad y para sí mismo.
Nos hemos convertido en
jueces, metemos la cuchara en el plato ajeno cuando el nuestro está totalmente
lleno, estamos llenos hasta la coronilla y al mismo tiempo estamos huecos,
porque poco es lo que se tiene en el interior y como estamos tan concentrados
en el futuro, en tener y en soñar, no se puede tener una quietud plena en el
interior, ni se puede conectar con el presente y lo que nos rodea, tampoco se
puede conectar con el ser.
Así que, en el afán de
que todo encaje con lo estándar, no podríamos haber estado más perdidos, más
encerrados y más vacíos. Nos hemos vuelto esclavos de nuestras pasiones, nos
hemos vuelto esclavos de nuestra propia ignorancia.
Por Génesis Pérez
Estudiante de medicina