Se dice que los Borgia eran maestros del veneno. Recuerdo esto mientras contemplo la bolsa llena de hongos que finalmente obtuve esta mañana. Cada vez que les hacía falta oro, invitaban a los más ricos hombres de Italia a majestuosas cenas, fiestas decadentes - todo tipo de celebraciones que distraigan la mente y seduzcan los sentidos. Sí, reconozco el tono particular de estos hongos. Son la fuente de su veneno favorito. Servían pasta con hongos, sopa de hongos, pastelerías, cremas, o cualquier tipo de especialidad a base de los más finos hongos de esta tierra, y con dejar caer uno solo de estos entre los demás, daba para matar a tres hombres. Sí, está perfecto. Un error genuino. Una hija predilecta haciendo el plato favorito de mamá. Hasta un experto en toxicología tendría dificultad distinguiendo el tóxico del benigno… Con una satisfacción que me hincha el pecho como un globo, rebano el hongo en finas capas, como a ella le gusta, y lo añado a la mezcla en la sartén. Ahora es sólo cuestión de que liberen su esencia. Así liberarás la tuya, Mamá. Le pondré fin definitivo a tus abusos y negligencias… Te quitaré del medio, y me quedaré con todo. Me siento delicadamente frente al fuego; un cálido abrazo de luz en esta oscuridad, y saboreo tu whisky favorito. Finalmente.
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Laura Amelia
Hernández (2001). Estudiante de Psicología mención Clínica en la Universidad
Iberoamericana (UNIBE). Pertenece al taller literario de dicha universidad.
Hábitos y aspiraciones: escritura. Ocupación.
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