Gazcue
Jaime David Lindo R. , Estudiante de Odontología
Escondido
y olvidado
ajeno
y triste
como
en tus palabras, madre Salomé:
“memorias venerandas de
otros días”.
Insufrible,
esto se vuelve poco a poco un cementerio abandonado
como
si la muerte rondara por estas calles
sus ojos brillantes me tragan, me digieren
como
carne fresca acabada de cortar.
En
la pesadumbre y el bostezo,
los
árboles me saludan y me llaman para respirar
lo
que me queda de juventud
porque
poco a poco me vuelvo un cadáver más.
¿O
ya me habré vuelto un muerto
de
este panteón sin salida?
No
sé,
me
gusta pertenecer a este centro de locos.
Es
como si no importase lo que pasó
o
lo que fuese a pasar.
Las
casas son castillos de arena
que
se desmoronan a mi alrededor.
Los
gigantes vienen por ellas a crecer
y fortalecerse
con el olor de concreto antiguo.
En
las noches,
las
estrellas salen a vigilar cada paso que doy
y
la luna, en el amarillo de su mirada
se
burla de cada intento fallido
de
escapar de este mundo apocalíptico
que
nos hemos creado los que tenemos la oportunidad
y,
al mismo tiempo, la desgracia de vivir
por
estos lados de Dios.
Oigo
gritos.
Acaban
de atrapar a un muerto que logró salir
ojalá
hubiera sido yo
y
entonces la pregunta,
caótica
y desquiciada
¿No me atrevo o no quiero?