1 de julio de 2024

LA CARRERA / LISBETH SANTOS / 3er. Lugar en Cuento / Escuela de Medicina.

Había una vez un pequeño pueblo donde la vida parecía tranquila y predecible. Una pareja vivía soñando en concebir algún día, pero para mala suerte, Margarita había sido diagnosticada por los médicos y no podía tener un bebé. Fue ahí cuando me adoptaron, un perrito llamado Max lleno de alegría que quería llevar paz y amor a sus almas. A pesar de que eran felices conmigo, hacía falta la pieza más importante en la vida de Rafael y Margarita: un hijo. Había pasado el tiempo y ya habían perdido la esperanza hasta que un día llegó una desgracia que al final se convirtió en un milagro en sus vidas. A Margarita le habían detectado cáncer, pero realmente ese cáncer era un bebé. Al enterarse de la llegada de David, se pusieron muy felices. Por otro lado, yo me sentía triste, pues pensé que se olvidarían de mí, sin saber que yo sería el mejor amigo del niño David. 

 Al nacer David todos eran muy felices, pero este padecía una rara enfermedad llamada deformación coronaria degenerativa. Al principio no soportaba que toda la atención fuera dirigida a él, hasta que se convirtió en la luz de mis ojos. Desde pequeño siempre estuvimos juntos, siempre jugábamos a las carreras; le encantaban los carros rojos y, por supuesto, a mí también. Decía que cuando fuese grande sería el corredor más reconocido en todo el mundo y que yo sería su guía. Siempre que jugábamos era más rápido que él y siempre llegaba a la meta. Se enojaba conmigo, pero luego estallábamos en risas. Los momentos junto a él eran los más cálidos; hacíamos todo juntos y teníamos un hobby muy divertido. Recuerdo un día que salimos a la acera de la casa y nos deslizamos por la calle en un auto que tenía; se cayó y se raspó la rodilla. Mis amos se enojaron conmigo y me castigaron durmiendo fuera. David no toleró que durmiera en el frío y a escondidas me llevó a su dormitorio para que durmiera con él. Me abrazó y me dijo que no era mi culpa y que era su mejor amigo. Desde ese momento supe que quería pasar el resto de mi vida a su lado.

Pero un día empecé a enfermar; estaba muy triste porque no quería que mi mejor amigo se quedara solo. Constantemente vomitaba y no tenía ánimos para levantarme; a los días mi fiel compañero empezó a enfermar también, su condición empezó a empeorar pues debido a su enfermedad tenía síntomas como dolor de pecho y falta de aire. Ambos nos encontrábamos mal; yo siempre me quedaba a su lado pues sabía que él mejoraría pronto y eso era lo más importante para mí. Saqué fuerzas para que David estuviera bien, pero un día cuando fui a su habitación ya no estaba; fue ahí donde me di cuenta de que por primera vez había ganado la carrera él. 

No superaba su muerte así que un día cerré mis ojos bien fuerte pero al abrirlos me di cuenta de que no era un sueño, pues había envejecido y era mi turno de marchar. A la carrera no llegamos juntos pero sí hasta al final; cada uno a su rumbo, pues nuestro lugar en el cielo se encontraba en el mismo lugar. David me enseñó la verdadera amistad, me enseñó la lealtad y el amor incondicional.

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