29 de septiembre de 2016

Gazcue | Jaime David Lindo

Gazcue
Fuente: elnacional.com.do

Jaime David Lindo R. , Estudiante de Odontología
 Poema ganador del tercer lugar en el renglón de estudiantes


Escondido y olvidado
ajeno y triste
como en tus palabras, madre Salomé:
“memorias venerandas de otros días”.

Insufrible, esto se vuelve poco a poco un cementerio abandonado
como si la muerte rondara por estas calles
sus  ojos brillantes me tragan, me digieren
como carne fresca acabada de cortar.

En la pesadumbre y el bostezo,
los árboles me saludan y me llaman para respirar
lo que me queda de juventud
porque poco a poco me vuelvo un cadáver más.

¿O ya me habré vuelto un muerto
de este panteón sin salida?

No sé,
me gusta pertenecer a este centro de locos.
Es como si no importase lo que pasó
o lo que fuese a pasar.

Las casas son castillos de arena
que se desmoronan a mi alrededor.
Los gigantes vienen por ellas a crecer
y fortalecerse con el olor de concreto antiguo.

En las noches,
las estrellas salen a vigilar cada paso que doy
y la luna, en el amarillo de su mirada
se burla de cada intento fallido
de escapar de este mundo apocalíptico
que nos hemos creado los que tenemos la oportunidad
y, al mismo tiempo, la desgracia de vivir
por estos lados de Dios.

Oigo gritos.
Acaban de atrapar a un muerto que logró salir
ojalá hubiera sido yo
y entonces la pregunta,
caótica y desquiciada
¿No me atrevo o no quiero?

27 de septiembre de 2016

Cuando duerme la inocencia | Alicia María Puello Jansen



Cuando duerme la inocencia

Alicia María Puello Jansen, Escuela de Comunicación Publicitaria 
Poema ganador del segundo lugar en el renglón de profesores y administrativos





Te definí blanca, transparente, golosa, risueña.

Símbolo de la gloria y la hermosura, espejo de los sueños e ilusiones, diosa de un azul cielo azucarado, desvestida y pequeñita ante los hombres, sin las múltiples investiduras del yo.

Fría. Indefensa. Toda en flor.

Pero el tiempo que corría presuroso me hizo alejarme de ti, marchando entre las alas de un ensueño.

Y te vi desde lo alto: inmensa, pura, desconocida. Y supe de los logros de la vida, y de sus fracasos…y de sus mentiras.

Un día me paseé muy pensativa, y sentada sobre el viento de una herida, te vi, inocencia, muy dormida.

26 de septiembre de 2016

Burbuja | Ivette Paola

Burbuja

Por Ivette Paola
Poema ganador del segundo lugar en el renglón de estudiantes


Pompas de jabón
Donde pasábamos los días
burbujas de momentos
Que mueven nuestros cuerpos
en perfecta sincronía

Liviana como una pluma
Floto entre tus brazos
Agítame y hazme salpicar
ahuyenta mi dolor y elévame
a la superficie

Agua de mi vida
Empápame en tus recuerdos
que yo ahí quiero existir

En cada respiro me formas
del viento que emana de tus labios
Mírame en la transparencia
Tócame en la redondez de tu vivir

Burbuja de suspiros
Que sopla de caricias

Sorpresa la mía
Cuando nuestra burbuja estalló
y al palpar tu piel
la densidad de tu jabón
se esfuma
para no volver.

23 de septiembre de 2016

Cyborg | Moisés Santana Castro

Cyborg

Moisés Santana Castro

Mención de honor en cuento

Certamen Literario UNIBE 2016




Ha llegado el fin de la especie humana. En los últimos doscientos años, no habían visto el nacimiento –al menos de forma natural- más que de un centenar de personas. Debido a un extraño proceso de aparente evolución inducida, el par de cromosomas X había sucumbido ante la combinación XY en los humanos. Así que cuando expiró la última hembra, los hombres comprendieron que se avecinaba el fin.

Por todas partes hay un verdadero ejército de cyborg que dan atención a los asuntos del planeta, desde cuestiones tan vulgares como la agricultura -por llamarla de alguna manera-, hasta cosas más profundas y complejas como los Sistemas o la genética.

Incluso el mantenimiento del mismo sistema Cy, que da vida, soporte y reglas a la clase, es mantenido por humanoides especializados. Así que la vida humana era sólo estar, ver cómo avanzaba el tiempo y consumirse.

Ha llegado el fin de la especie humana. En los últimos doscientos años, no habían visto el nacimiento –al menos de forma natural- más que de un centenar de personas. Debido a un extraño proceso de aparente evolución inducida, el par de cromosomas X había sucumbido ante la combinación XY en los humanos. Así que cuando expiró la última hembra, los hombres comprendieron que se avecinaba el fin.

Por todas partes hay un verdadero ejército de cyborg que dan atención a los asuntos del planeta, desde cuestiones tan vulgares como la agricultura -por llamarla de alguna manera-, hasta cosas más profundas y complejas como los Sistemas o la genética. Incluso el mantenimiento del mismo sistema Cy, que da vida, soporte y reglas a la clase, es mantenido por humanoides especializados. Así que la vida humana era sólo estar, ver cómo avanzaba el tiempo y consumirse.

Hace poco más de un siglo se dio la orden de iniciar un proyecto de reproducción humana artificial, y se ha avanzado dos fases de ese proyecto, a saber: la incubación completamente in vitro, por un lado; y acelerar el proceso hasta un ochenta por ciento, por otro. La tercera fase se perfilaba a sí misma como necesidad inminente: conseguir la fecundación sin células femeninas. Nada se ha logrado hasta ahora.

Más de un siglo después de iniciado el proyecto (al que como parte del sistema Hu se ha llamado proyecto Concepción), ya solo un grupo reducido de humanos podía aportar células adecuadas para su reproducción y posterior inclusión en el proceso de fecundación asistida. Los humanos han venido siendo cada vez más débiles e inadecuados. Al morir la última hembra, el proyecto se detuvo con los cien ejemplares que ella misma había aportado, todos inevitablemente machos. Se guardaron muestras de las células y tejidos de ella, pero resultó inútil: nada servía para conseguir más división celular adecuada ni más descendientes suyos.

Tres generaciones más avanzaron sin novedad alguna; los hombres se consumieron, y ahora ha llegado el fin de la especie humana. Ya los miembros de la última generación, aquellos últimos cien que vieron morir a sus progenitores y a todos a su alrededor, también empezaron ellos mismos a morir. El fin ya era inminente. Se pronosticó que podía tardar un par de décadas, dos, tal vez tres. Pero la muerte del último ya aconteció, mucho antes de lo esperado.

Soy Cy-684-gamma, miembro de la tercera generación de custodios del sistema Cy. Fui construido como un ejemplar más de la casta, como un guardián. Entre los límites de la segunda fase del Proyecto y el inicio de la fase tercera (hasta ahora inconclusa), los humanos comprendieron que les era imposible ver el día en que se invirtiera la extinción, en que se lograra reconstruir la información genética humana (diezmada y deteriorada al máximo en las últimas generaciones) para aplicarla de forma eficaz a la reproducción asistida.

Se actualizó diligentemente el banco de información genética, se hizo la recolección de bioinformación y de células madre de los últimos humanos…, mientras se continuaba el trabajo arduo en torno a la tercera fase del Proyecto. A mí me seleccionaron al azar, me sacaron del grupo de custodios del sistema Cy y me insertaron el paquete de aquella información -de toda la que se disponía hasta el momento en que expiró el último humano- acerca de la genética y sus detalles, sus peculiaridades y sus puntos de partida, biológicamente hablando.

Mi función es solo de custodio, de portador-cuidador de estas informaciones. Otros cyborg se encargan de avanzar la tercera fase del Proyecto. Unos más fueron designados a cuidar de los humanos que aun vivían y fueron reasignados al sistema Hu como tal, al morir el último ejemplar. Hasta ese momento y cada 37 minutos, como promedio, yo recibía datos sobre la composición biológica humana, con el fin de descargar todo aquello en el sistema Hu, encargado de recrear la especie humana en cuanto se resolviera el problema de la tercera fase. Fui el único receptáculo de esa información. Resuelta al fin la cuestión de recrear seres seudo-humanos compuestos de carbono, de mi programación dependerá que sean seres humanos tanto como sus predecesores.

He aquí mi propio dilema: envuelto como estoy en la naturaleza humana, me veo obligado a sopesar la idea de llenar nuevamente el planeta de aquellos seres que nos pensaron, crearon y dominaron sin siquiera prever su propia desaparición. ¿No habrá sido solo ése el propósito por el que fueron creados ellos, para construirnos a nosotros? Y aunque no haya sido, ¿serviría de algo traerlos de nuevo? ¿Por qué no concentrar nuestro esfuerzo en perfeccionar el sistema Cy –ya casi perfecto, de por sí- y con ello organizar las cosas de mejor forma?


Todas estas son simples meditaciones, efecto obligado de portar toda la información y esencia humana en mi organismo. Información y esencia que desaparecerían al instante con un simple aleteo auto-inducido de energía dentro de mí. Así de simple. Después de todo, ¿por qué no?

21 de septiembre de 2016

A Veces sin ti | Manuel Castillo

A Veces Sin Ti

Manuel Castillo
Poema ganador del primer lugar en el renglón de estudiantes
Certamen Literario UNIBE 2016



A veces sin ti
Quisiera alterar los esquemas y volverme deseo del fulgor infantil
Convertirme en la sonrisa indómita tras la razón que te quema y te hace sufrir
Con mis culpas y mis penas
Encerradas en mi equipaje
Emprender un viaje por el trazo de tus venas

Es mi final tu comienzo
Como un ocaso enamorado del horizonte
En busca de que mi presente exorcice
Los demonios de mi pasado
Desmembrare mi todo y pondré las partes en un poema
Lo colocare sobre tu grandeza
Sobre las altas cumbres de lo mundano
Y volare todas las noches en nuestros sueños de enamorado

Bordare un pañuelo de eternidad
Y así les daré cobijo a mis tristezas cristalizadas
Si te adentras en este mar de lágrimas
Veras embarcaciones impulsadas por tu olvido
Luchando contra los recuerdos de lo vivido

Me desangrare en otro cuerpo si es por vivir
Ya que mis lágrimas son la presencia

De tu ausencia en mí.

19 de septiembre de 2016

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Tus Labios | José Muñoz Montero

TUS LABIOS





Son como pétalos de rosas... 
Son tan bellos como el clavel 
que se posa en mi boca. 

Son tan dulces como la dorada miel... 
Desde el día en que ellos me tocan 
me han endulzado la piel.

Los probé y siento raras las cosas... 
Fue sobre un cómodo escabel 
que robé el néctar de tu boca. 

Dibujan tu sonrisa en mi piel, 
me quitan el frío que me añora 
y despacio satisfacen mi sed. 

Son poesías con palabras rotas... 
Es la armonía que en mí ser 
vaga alegre y sola. 

Son aromáticos como el verde laurel... 
Es un exquisito licor que mojan 
mis anhelos y mi fe. 

Son como la sangre, roja. 
Ellos se pasean al desdén 
cuando el viento del suspiro sopla. 

Si por tanta lujuria merezco una muerte cruel, 
me muero, pero en tu boca 
tan dulce como la miel... 

José Muñoz Montero
Profesor de Química| Departamento de Estudios Generales

14 de septiembre de 2016

El bambú japonés



No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego. También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:

Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años…”.

Tú que inicias la universidad, estarás cuatro o cinco años creciendo hacia dentro, estudiando y aprendiendo, para después crecer hacia afuera, trabajar y servir a la sociedad como profesional.

Si no te desesperas y persistes, inevitablemente llegarás. El éxito espera por ti.

Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirán sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.

En la universidad tendrás que aprender nuevos hábitos descartar otros. Este es un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

Tiempo, date tiempo, cuatro años, cinco años y te estarás graduando.

No perdamos la fe cuando los resultados no se den en el plazo que esperábamos, No abandones tus sueños.

Mientras estés en la universidad estarás echando raíces, estás creciendo hacia dentro no desesperes, ya tendrás tiempo de crecer hacia afuera.




10 de septiembre de 2016

Asignatura Pendiente | Moisés Santana Castro





Asignatura Pendiente
Moisés Santana Castro

Ganador Mención de Honor, Feria Internacional del Libro 2011, Santo Domingo.

Seleccionado para la "Antología de relatos Hispanoamericanos" de Latin Heritage Fundation (2011) 

Desperté sobresaltado, creí que me asfixiaba, me hallaba empapado de sudor. Me senté de golpe en la cama y vi que Marilyn, mi esposa, se movió a mi lado, profundamente dormida. Deduzco que, en realidad, mi sobresalto no fue tan brusco. Salí de la cama y fui hasta la cocina.

Desde el sofá de la sala, con un vaso de agua a medias, me remonté al maldito sueño incomprensible de hacía unos minutos, el mismo que había tenido todos los días de esta semana y creo que también de la anterior:

Cinco rostros infantiles que he ido recordando con alguna dificultad. Luís (todos le decíamos Luisito, sin imaginar que crecería y dejaría de servirle ese diminutivo), que vivía a dos casas de la mía; David, de mi misma edad, y Jimmy, su hermano dos años menor, que vivían al final de la calle; Sergio, hijo de esa vieja aburrida de la esquina, de quien no he podido recordar el nombre, y hermano de Lisa, varios años mayor que yo y motivo de mis suspiros prepuberales. Eso nunca se lo dije a nadie. Ah, el quinto era yo, y en mi sueño lograba verme como de lejos, en una escena completa y en cámara lenta. 

Estábamos en un sitio húmedo, escabroso, con esa oscuridad pastosa y misteriosa de un pantano a plena luz del día. Formábamos un círculo. En el centro había algo que todos mirábamos con rostro inexpresivo, o tal vez más bien de un susto sostenido, reprimido; de shock. En mi sueño se iba ampliando esa escena con cada noche que lo vivenciaba: al principio eran sólo rostros que no reconocía, luego se hizo de día y reconocí el lugar; entonces identifiqué el grupo. Pero hasta el sueño de esta noche, nadie hacía nada. Sólo miraban algo en el suelo, en el centro del círculo que formaban. Esta noche pude ver lo que ellos –nosotros- veíamos, y lo identifiqué con nombre y apellido…

Era sábado. A las ocho de la mañana, sin haber dormido más desde las tres, llamé a mi jefe a la oficina y le pedí el día libre. No le expliqué a Marilyn porqué mi repentina salida de casa a tan tempranas horas, y llegué al pueblo donde nací, al que no visitaba desde hacía 15 años, antes del medio día. 

Estaba tan cambiado como yo. Las casas, las calles, el parque... Pero mi calle seguía igual: los mismos colores en las casas, los mismos hoyos indeseables, la misma música en el colmado de Bienvenido. Era como si el tiempo se hubiera congelado. 

Me estacioné frente al parque principal y preferí caminar. El primero en reconocerme fue el hermano de Luís, que salió de debajo de un carro en reparación. Con las manos engrasadas me saludó como pudo, preguntó por toda mi familia con una memoria que me llenó de sorpresa y repasó con la misma algunas escenas de aquellos días. Me dijo que Luís ya no vivía en el pueblo. Viajó a España. Sergio y Jimmy sí estaban allí todavía y fui a verlos. 

Con Jimmy hablé de muchas trivialidades: no se había casado, trabajaba en la ciudad en una tienda, tenía amores con July, la niña linda de la otra calle, su madre había muerto, entraría a la universidad el año próximo... Yo hice el mismo recorrido por mi vida. Se acabaron los temas. 

-Jimmy, ¿qué fue lo que pasó una tarde en la laguna, detrás de...?

Interrumpió mi pregunta de forma casi grotesca, con una sonrisa que me dio la impresión de que no cabía en el tema. Me dijo:

-Esa laguna se secó hace tiempo... Ahora hay un residencial allí. ¿Tú te acuerdas de Yani? Ella se casó y vive en un apartamento de esos...

Silencio. Yo lo miré a los ojos y él bajó la cabeza.

-¿Tú te acuerdas de eso...? -dijo al rato.

-No por completo. He soñado últimamente... ¿De qué debo acordarme?

Puso cara de no comprender mi pregunta.

-De Diego... 

Diego. Diego José Jiménez. Tenía seis años cuando llegó al pueblo y once cuando lo dejó... Yo le llevaba sólo algunos meses, pero él siempre pareció el mayor del grupo. Sabía tantas cosas, conocía tantos lugares, tantos juegos sofisticados, tantas palabras que no nos atrevíamos a repetir… Por eso lo buscábamos y lo invitábamos a nuestros sitios favoritos. Pero también por eso lo odiábamos. Su porte de chico de ciudad nos confirmaba de manera grosera nuestra limitada visión de muchachos de pueblo. Que yo recuerde, nunca mencionamos nada al respecto, ni siquiera entre nosotros, cuando Diego era el tema de conversación. Pero sabíamos que a todos nos molestaba su presencia. 

Por eso, cuando Luis y David mencionaron lo de ir a la laguna aquella tarde, no había nada planeado, más que los juegos de siempre (sin el permiso de nuestros padres, que suponían que estábamos jugando Nintendo en casa de Sergio). 

Diego José. Al recordar su nombre, todos los recuerdos de aquella tarde se me amontonaron de golpe: 

Llegamos a la laguna y jugamos con las cosas de siempre. En un momento de pausa, Luis habló de lo difícil que era saltar al agua desde aquel árbol enorme de la otra orilla. Era de mango, grueso, con pocas hojas en aquella época. El reto estaba en saltar desde una rama que colgaba justo encima de donde la laguna se hacía más profunda. Al mencionarlo, fuimos respondiendo como se esperaba: 

-Yo lo hago -dijo Sergio, haciendo una mueca de experto completamente fingida.

-Yo lo he hecho, acuérdate -dije yo.

-Y yo, hace como un mes -dijo también David.

-Eso no es nada, yo me tiro de más alto -mintió Jimmy.

Yo, cruel, me burlé:

-Tú te meas si te ves ahí arriba. 

Él me miró amenazante y los demás rieron con burla. 

Diego se puso de pie y, con su seguridad de siempre, dijo: "Yo lo voy a hacer"; y antes que respondiéramos, ya empezaba su última demostración de superioridad, la hazaña que nunca terminaría… 

Pobre Diego. Creo que aquellos minutos, o tal vez horas o segundos, que vivimos desde aquel 'yo lo voy a hacer', es el momento que jamás recordaré. Podrían hacerme un vaciado de memoria, y no encontrarían allí aquellos recuerdos. 

Lo que aparece en mi mente es esa escena del sueño…  Somos cinco: Luis, David, Jimmy, Sergio y yo. Formábamos un círculo. Mirábamos algo en el suelo. Veíamos el cuerpo sin vida de Diego José… Eso era lo que veíamos. Había en el ambiente un aire de culpa por lo que pasó. Lo sabíamos. Aquella tarde queríamos provocar el ego inevitable de Diego y eso fue lo que logramos. Todos cargamos en silencio con la culpa, pero pretendimos desde entonces que nunca sucedió. Incluso, yo creí que lo había olvidado todo hasta ahora, que mis sueños me lo devuelven incompleto. 

-Fue difícil para todos nosotros -me dijo Jimmy después de un largo rato de silencio, que dio permiso a mis recuerdos-. Pero perdón que lo diga: para ti no fue tan terrible como para nosotros. Tú te fuiste del pueblo, así de simple; nosotros tuvimos que soportar aquí. A mí cada rincón me olía a Diego, todo tenía ese olor a lodo y a crimen. Vuelve a tu casa, Aníbal, y trágate tus malditos sueños…

Yo no le respondí nada, pero comprendí lo egoísta que podía parecer al regresar ahora y remover en ellos la vieja culpa compartida de un crimen, envuelto en aquel silencio de complicidad repartida que debía quedarse así… 

Salí de casa de Jimmy y del pueblo, y no me despedí de nadie. Fui a casa y lloré frente a mi mujer sin darle ninguna explicación. Creo que aun es para ella un misterio la razón de aquella crisis. 

Después de ese día, no volví a tener sueños. Así de simple. Pero viví algún tiempo más de letargo y de duelo. 

Dos semanas después, recibí una llamada de larga distancia en mi trabajo. 

"¿Aníbal…?", me dijo la voz al otro lado del teléfono. Dije "¿Sí?". El siguió:

"Es Luisito, tu vecino de cuando vivías en el pueblo... ¿Estás ocupado?".

Le saludé extrañado y respondí que no. Entonces me dijo:

"Supe que estuviste en el pueblo. Supe de tus sueños y te entiendo, Aníbal. Lo que hicimos fue terrible; yo he necesitado ayuda…".

Se me saltaron las lágrimas y tuve que cerrar la puerta de mi oficina.

"Pero fue un accidente, Aníbal, él no debía morir; no queríamos eso…", me dijo.

Yo le interrumpí, un poco subido de tono: "¡Lo hicimos a propósito! Lo provocamos con crueldad, Luis. ¡Sabíamos lo que iba a pasar!".

"¡No! -me dijo-. Nosotros lo planeamos. Habíamos hablado de ello sin ti, pero esa no era la idea. Él no era la víctima. Los cuatro estuvimos de acuerdo en que mi reto te provocaría a ti, Aníbal… Perdónanos. Ya hemos masticado todos estos años lo amargo de nuestra culpa. No preguntes más…"

La llamada se cortó o Luis colgó…, no importaba. Igual, yo me sentí desolado. Así que, voluntariamente, empecé por olvidar la llamada, los muchachos, el pueblo… y todo mi pasado. Cerré el círculo interminable; cumplí mi asignatura pendiente.


Moisés Santana Castro es colaborador docente en la Universidad Iberoamericana en el área de ciclo general y psicología, asi tambien lo hace en el Instituto Tecnico Superior Comunitario(ITSC).

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