29 de septiembre de 2017



Sofía: una filosofía de vida plena y feliz
Por
  Miguel Collado, estudiante de UNIBE
  
 La vida bien vivida es un camino hacia la plenitud
 y es plenitud en el camino
L F

El dominio de uno mismo y de nuestra mente caótica es uno de los retos más grande que enfrenta todo ser humano. Platón sostenía que la buena vida, la felicidad, se lograba aplicando cuatro virtudes en la interacción social: La sabiduría, la fortaleza, la templanza y la justicia.
A través del tiempo han surgido seres humanos, iluminados, que han esparcido sus ideas sobre cómo vivir una vida plena y feliz. Jesús, la Madre Teresa, Buda, Confucio, son algunos ejemplos, figuras que nos han brindado conocimientos para alcanzar el equilibrio personal, para alcanzar una vida plena.
¿Estás tú satisfecho con la vida que estás llevando? ¿Estás en el camino correcto para alcanzar tu propia realización personal? O ¿Necesitas hacer algún cambio en tu vida? ¿Tienes una filosofía que guíe tu vida?
Yo creo que todos poseemos una filosofía de vida. Lo único que varía es el nivel de conciencia de cada uno sobre la misma, varía el grado de moralidad y estabilidad dentro de nuestras creencias. Por ejemplo, un hombre americano secular podría vivir una vida basada en una filosofía de placeres, “comamos y bebamos que mañana moriremos”, puro hedonismo, emborrachándose eufóricamente los fines de semana y teniendo relaciones descontroladas. Viviendo “on the edge,” en el borde.
Otra filosofía podría ser la religiosidad extrema, en el hemisferio oriental, por ejemplo, donde fanáticos religiosos cometen ciertas atrocidades, en nombre de sus creencias, en nombre de su fe.
Es ahí donde entra la moralidad y la conciencia social, conceptos muy presentes en algunas filosofías, pero totalmente ausentes (nihilismo) en otras.
La vida sin principios, sin un norte, sin una filosofía que nos guíe, es un desastre, es confusa, oscura y difícil. Por eso debe ser una labor diaria el pulir nuestras perspectivas, desarrollar la inteligencia emocional, ser proactivo y asertivo, tener unos principios, valores e ideales que nos guíen y nos permitan una mejor vida en sociedad, aprendiendo de aquellos que han podido encontrar el camino hacia la paz interior, hacia su propia realización personal. ¿Y a ti, te gustaría alcanzar una vida plena, ser una persona plenamente realizada, plenamente feliz?
Sofía, es una filosofía de vida plena y feliz. Vamos tras ella.

22 de septiembre de 2017



El valor de la vida, y la vida con valores
La vida es breve, seamos agradecidos
Por:
Gabriela Martínez

Tras analizar diversos escritos en clase, de autores como Facundo Cabral, he llegado a conclusiones enriquecedoras sobre el valor de la vida. Tomando como base fundamental que la vida tiene un valor incalculable, y que los valores hacen la vida aún más invaluable.
La vida es breve, pero es hermosa, y es a partir de la apreciación de esta idea que lograremos alcanzar este ideal que tanto buscamos. Permitámonos ser astutos, audaces, descubriendo lo insignificante que son nuestros problemas a la hora de compararlos con la gracia de la vida. Vale recalcar que apreciar esta belleza no es atarnos a ella o volvernos dependendientes de cosas mundanas y triviales. Es, más bien, descubrir la importancia de cada una de las circunstancias que enfrentamos, ver la belleza en los detalles cotidianos y poder aceptar lo que venga con un talante de pura alegría y optimismo. Este es uno de los mayores regalos que podemos darnos a nosotros mismos.
La felicidad también se refleja en el servicio. Al momento en que podemos salir de nuestras comodidades y vencer por un momento nuestros caprichos, conocemos el regalo de la felicidad.
Nuestra sociedad necesita hombres y mujeres que puedan sentir el dolor del otro, que puedan ponerse en los zapatos de aquel que sufre, que necesita una mano amiga, dispuestos a acompanarlo mientras atraviesa caminos de tribulación y angustia, porque es sabido que “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Pero para ayudar, donarnos al otro y poder amarle con sus fallas, debemos primero amarnos a nosotros mismos, y amarnos implica conocernos, tanto nuestras capacidades, como nuestras deficiencias, y no solo conocerlas, más bien sacar lo mejor de ellas. Todo lo que tenemos nos hace ser nosotros, nos hace únicos y especiales.
En conclusión, reiterando la idea que recalca la brevedad de la vida, utilicemos la gratitud como un recurso para el éxito. Seamos agradecidos, y considerémonos dichosos ante cualquier cosa que nos presente la vida. El agradecimiento es un arma ante un sin número de cosas, pero más importante, es un arma para el servicio, porque cuando logramos agradecer lo que tenemos, pasamos a un segundo plano, que no se limita a simplemente apreciarlo, mejor aún, se produce el efecto de querer amar al otro y servirle, que es lo que al final puede hacernos plenamente humanos y plenamente felices. 

20 de septiembre de 2017


El hombre se posee en la medida en que posee su lengua

No habrá ser humano completo, es decir, que se conozca y se dé a conocer, sin un grado avanzado de posesión de su lengua. Porque el individuo se posee a sí mismo, se conoce, expresando lo que lleva dentro, y esa expresión sólo se cumple por medio del lenguaje. Ya Lazarus y Steinthal, filólogos germanos, vieron que el espíritu es lenguaje y se hace por el lenguaje. Hablar es comprender, y comprenderse es construirse a sí mismo y construir el mundo. A medida que se desenvuelve este razonamiento y se advierte esa fuerza extraordinaria
del lenguaje en modelar nuestra misma persona, en formarnos, se aprecia la enorme responsabilidad de una sociedad humana que deja al individuo en estado de incultura lingüística.

En realidad, el hombre que no conoce su lengua vive pobremente, vive a medias, aun menos. ¿No causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna, en vano, por dar con las palabras, que al querer explicarse, es decir, expresarse, vivirse, ante nosotros, avanza a trompicones, dándose golpazos, de impropiedad en impropiedad, y sólo entrega al final una deforme semejanza de lo que hubiese querido decirnos? Esa persona sufre como de una rebaja de su dignidad humana. No nos hiere su deficiencia por vanas razones de bien hablar, por ausencia de formas bellas, por torpeza mecánica, no. Nos duele en lo humano; porque ese hombre denota con sus tanteos, sus empujones a ciegas por las nieblas de su oscura conciencia de la lengua, que no llega a ser completamente, que no sabremos nosotros encontrarlo. Hay muchos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de la expresión.

Una de las mayores penas que conozco es la de encontrarme con un mozo joven, fuerte, ágil, curtido en los ejercicios gimnásticos; dueño de su cuerpo, pero cuando llega el instante de contar algo, de explicar algo, se transforma de pronto en un baldado espiritual, incapaz casi de moverse entre sus pensamientos; ser precisamente contrario, en el ejercicio de las potencias de su alma, a lo que es en el uso de las fuerzas de su cuerpo. Podrán aquí salirme al camino los defensores de lo inefable, con su cuento de que lo más hermoso del alma se expresa sin palabras. No lo sé. Me aconsejo a mí mismo una cierta precaución ante eso de lo inefable. Puede existir lo más hermoso de un alma sin palabra, acaso, pero no llegará a formar forma humana completa, es decir, convivida, consentida, comprendida por los demás.
Pedro Salinas, El defensor



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