Auxilio
Por Paola Ayala
Estaba oscuro. No lograba ver nada.
De repente se encendieron las luces y me vi a mi misma en el centro de lo que parecía
ser un almacén. Un almacén totalmente vacío.
Justo cuando fui a dar un paso, escuché un golpe seco. Retrocedí y escuché otro golpe.
Me quedé quieta, todo estaba en silencio. Di un paso y surgió una secuencia de golpes
que provocaron un ruido tremendo y envolvente.
"Pum, pum, pum".
Empecé a sentir malestar; sentía que estos ruidos entraban en mi cabeza y nublaban por
completo mis pensamientos.
Me cubrí los oídos, tratando en vano de apaciguar el sonido, y sentí a alguien tocar mi
hombro. Pegué un grito y caí inmediatamente al suelo, girándome rápidamente para ver
quién estaba tras de mí.
No había nadie. Los sonidos se habían detenido.
Me levante y sentí otro toque en mi hombro. Volví a gritar y giré, esta vez sin caer, y
vaya que sorpresa… no había nadie. Escuché nuevamente un golpe seco, esta vez a mis
espaldas. Lentamente voltee y me encontré con una joven vestida de bailarina. Sostenía
una cajita musical, la cual me ofreció.
Como respuesta solo pude ofrecerle una mirada de total confusión y miedo.
Como vio que no tenía intención alguna de coger la cajita, la joven bailarina la atrajo
hacia sí y lentamente la abrió. De la cajita salió una diminuta bailarina y de fondo
empezó a sonar una melodía que me recordaba esas canciones que de niña mi madre me
cantaba cada vez que no lograba conciliar el sueño.
La joven volvió a ofrecerme la cajita. Se veía tan inocente…
Dada la situación, reconozco que fue una completa locura el decidir acercarme a la
joven.
A medida que me acercaba, noté cosas en las que no me había fijado antes: el vestido de
la joven estaba hecho un desastre, sus ojos irradiaban dolor y tristeza, sus manos
temblaban…
Cuando ya me encontraba a menos de un metro de distancia de la joven, algo volvió a
tocar mi hombro. Observé como la expresión de la joven se transformó en algo que solo
pude definir como puro horror.
Y entonces yo comencé a temblar.
A mis espaldas, escuché otro de los tantos golpes que había escuchado antes de la
aparición de la joven.
Cerré los ojos, sin voltearme.
Otro golpe.
Me quedé inmóvil.
Algo me jaló del brazo. Abrí de golpe los ojos y vi que era la bailarina, la cual casi a
rastras trataba de alejarme de lo que sea que se hallaba a mis espaldas.
Corrí junto a ella hacia Dios sabrá dónde. Corrimos y corrimos en lo que parecía un
tramo infinito.
De la nada apareció una puerta, la cual fue cruzada sin dudas por la bailarina. Yo, en
cambio, por alguna extraña razón paré en seco y por una ventanilla que poseía la puerta
miré a la bailarina abrir con rapidez y desesperación la cajita musical. Mientras con gran
urgencia le daba cuerda, algo borroso pasó por su lado y de repente la joven se quedó
inmóvil. La cajita resbaló de sus manos y vi casi en cámara lenta como aquel cuerpo sin
vida caía al suelo.
Entré en pánico y no supe hacer nada más que llorar.
Lloré y lloré. Lloré como si de ello dependiera mi ahora incierta vida.
Sentí otro toque en mi hombro y esta vez sí voltee y grite a todo pulmón. Grité por la
frustración, por el temor, por la incertidumbre, por el cansancio, por el cuerpo sin vida
detrás de la puerta…
Grité por la despreciable vida que hace unos días habría deseado acabar y que ahora
rezaba por que no ocurriera.
Grité en señal de auxilio y súplica por que todo esto terminara.
Y así fue.
Paola Ayala
11/10/2016
Paola, eres una gran escritora, excelente cuento. Sigue escribiendo y serás una premio nacional de literatura
ResponderBorrarTampoco exagere... pero gracias :)
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