1er lugar: El caso de los Márquez
Por María Fuente Cruz
En el año 1970, en la España de la dictadura, un policía llamado Pedro, alto y corpulento, se dirigía nervioso hacia la comisaría más cercana, para confesar todo lo que sabía sobre el asesinato de Carmen.
Al entrar por la puerta se sentaba en una de las salas para ser atendido, al cabo de un rato un inspector de policía le preguntó: “¿Qué quiere declarar?”. Pedro, con una gran angustia en el pecho pero decidido, respondió: “Buenos días, vengo a contar todo lo que sé sobre el caso de los Márquez.” El policía asintió con la cabeza queriendo conocer todo lo ocurrido, para ver si su información era verídica.
Dos meses antes del asesinato.
Carmen, una mujer dulce, cariñosa y muy paciente vive con sus dos hijos, José Carlos y María Isabel y con su marido Emilio, un hombre alto, de carácter fuerte, trabajador y misógino.
Un día, cansada de la incertidumbre de no saber donde se encontraba su marido por las noches, decide plantarle cara y decirle lo siguiente: “Son ya más de 3 noches las que no duermes en casa”, a lo que su marido le responde: ”tú no tienes que controlar mi vida, encárgate de los niños que es lo único que se te da bien hacer”
Carmen asiente con la cabeza por miedo, asumiendo que tiene razón y que no tendría que haberse metido en sus asuntos. Al rato, Emilio se levanta del sofá y se acerca a darle un beso como muestra de cariño.
Un día, mientras preparaba Carmen la cena, entra su marido diciendo que se iba, mientras Carmen se queda muy disgustada ya que había hecho su plato favorito, a lo que su marido le responde: “ Yo no te he dicho que lo hicieras, ha sido culpa tuya, cénalo tú con los niños”
Al rato, un fuerte portazo se escucha, Emilio marchando de casa.
Horas más tarde se escucha la misma puerta abrirse, Emilio, ebrio, despierta a su mujer, mientras Carmen le dice que le había prometido no llegar tan tarde ya que al día siguiente había misa. Emilio simplemente bosteza, apaga la luz y se van a dormir.
Domingo 15 de febrero.
Carmen se encuentra esperando que Emilio baje con el coche, durante el trayecto, un largo silencio les acompaña, hasta que por fin Carmen decide hablar sobre la noche pasada, diciéndole :”¿Lo pasaste bien ayer?”. Emilio muy molesto y con una mirada de rabia, le responde que si no se cansa de siempre estar con la misma historia, que como se atreve a replicarle. Toda esta rabia acumulada termina en un volantazo el cual no pueden controlar, rápidamente pierden el control total del coche lo que les lleva a chocar con un árbol.
Emilio, asustado le pregunta a su mujer si se encuentra bien, pero esta le dice que no puede moverse y no aguanta tanto dolor. Inmediatamente, un policía que pasaba por la zona, se acerca asustado para ver lo ocurrido.
“Hola, soy Pedro, ¿estáis todos bien?”, dice el policía. Emilio asiente con la cabeza añadiendo que su mujer está herida, que si puede ayudarla en el rato que él llama para que se lleven el coche a arreglar, ya que no puede dejarlo ahí tirado. El policía asiente y acerca a Carmen en su coche al hospital Del Rey Efe.
Una vez en el hospital, ambos se encuentran sentados esperando ser atendidos, y mantienen una larga conversación a través de la cual Pedro conoce y se interesa por la vida de Carmen. Carmen le explica su situación, tiene miedo de no saber cómo se va encargar de sus hijos con
el brazo así, sabiendo que no va a recibir ninguna ayuda por parte de su marido porque vive para ello.
Pedro se para a escucharla, la entiende, y le dice que no es capaz de imaginarse lo duro que tiene que ser la situación por la que está pasando, que ninguna mujer merece ser tratada de esas formas. Carmen que se siente escuchada y comprendida, comienza a llorar y Pedro, sintiendo una gran empatía decide abrazarla.
Al rato, Pedro le comenta que trabaja por la tarde, pero que no le importaría ayudarla en todo lo que necesite, pero Carmen le explica que si su marido se entera no lo comprendería, y menos si es la ayuda de un hombre. Seguidamente aparece su marido, llevando a Carmen para casa.
Uno de esos días, Emilio marcha a trabajar, y Carmen ve a Pedro desde la calle, le invita a subir. Pedro le dice que anime esa cara, que ya está ahí él para animarla y ayudarla,le dice que es un hombre de palabra y que le ayudará con la comida, quedando Carmen totalmente sorprendida al ver que un hombre le va ayudar a cocinar.
Varias semanas después, Carmen y Pedro se encuentran de nuevo en el salón de la casa, y Carmen le confiesa lo siguiente: “Tengo miedo, quiero ser sincera contigo, tras estas semanas viéndote todos los días siento que me gusta tu compañía más allá de la ayuda que me has proporcionado, y que pienso en ti cuando te vas, se que esto no está bien debido a que soy una mujer casada, pero no puedo seguir negando lo que siento.”
Pedro queda totalmente impresionado, con los ojos abiertos como platos, viendo en ellos alegría, de saber que él sentía lo mismo, de saber que soñaba con ese momento, se lo deja
saber a Carmen y sonríen, Pedro, se lanza y le da un beso en la comisura de los labios y Carmen le sigue. Tras no poder resistirse hacen el amor sin pensar en las consecuencias.
Al terminar, Carmen le dice que debe marcharse, que su marido podrá aparecer en cualquier momento.
Llegan las 2 del medio día y Emilio aparece por la puerta de casa preguntando si está la comida hecha, a lo que Carmen le responde que sí, cuando va a llamar a los niños se da cuenta de que no los ha recogido del colegio. Emilio, sin poder creerlo, la insulta y le recrimina que como ha sido capaz de olvidarse a sus hijos, cuando era lo único que tenía que hacer. Ella se disculpa y dice que marcha corriendo a por ellos, Emilio le deja saber que como no aparezcan pagará las consecuencias.
FLASHBACK. Burdel del centro de Madrid. 21 años antes.
Emilio entra en el nuevo burdel que han abierto en el centro de Madrid, al entrar, le dice a la recepcionista que quiere pasar una noche inolvidable, que le de una habitación privada para él y otra para su amigo, preferiblemente con una rubia manejable. Emilio se dirige a la habitación que le han asignado y a los pocos minutos aparece Marguerite, una joven prostituta de nacionalidad rusa, alta, delgada y de piel pálida. A los pocos segundos comienza a quitarle la ropa desesperadamente, manteniendo sexo durante varias horas y reconociéndole que había sido una de las noches de su vida. Marguerite le dice que ha sido su primera vez, mientras tanto, Emilio se viste y se marcha a casa de sus padres.
4 semanas después de la noche del burdel.
6 de la tarde, llaman a la puerta, una carta para Emilio a nombre de Marguerite, Emilio lee la carta y queda atónito, no puede creerlo, no es capaz de entenderlo, en el contenido de la carta ponía lo siguiente:
“Buenas tardes, Emilio, soy Marguerite, no si te acordaras de mí. He encontrado tu dirección en los archivos de los clientes en el burdel. Estoy muy desesperada debido a los acontecimientos que han sucedido. No quiero alargar más esto así que voy a ser clara: tengo muchas náuseas, vómitos y mareos. Todo esto indica que estoy embarazada y necesito tu ayuda, ya que me han echado del burdel. Es necesario que nos veamos y que me ayudes con esa situación. Nos vemos mañana a las 12:00 en Callao. Allí te espero.
Firmado: Marguerite Ivanov Popov”
Emilio sin poder dar crédito y en estado de shock, deja a un lado la carta y se marcha al bar, pegando un fuerte portazo en la puerta de su casa.
Al día siguiente Marguerite se encuentra sentada en uno de los bancos de la plaza, totalmente ansiosa al ver que Emilio no aparece, espera horas y horas hasta que al final decide marchar, desesperada y sin saber qué será de su futuro.
5 años antes del asesinato
Emilio, se encuentra en su despacho del banco donde trabaja, cuando de repente recibe una visita, por la puerta entra Marguerite, quedando Emilio totalmente sorprendido de verla en su despacho. Ella le dice que no le costó mucho encontrarlo, pues es un hombre muy reconocido en la ciudad, él le dice desesperado que qué hace allí, que es un hombre casado y con dos hijos, pero casi sin terminar la frase, Marguerite le dice, 2 no, 3. Emilio muy enfadado le explica que aunque tenga su sangre nunca será un Márquez.
Marguerite, dolida y casi sin tenerse en pie, le explica que lleva estos 15 años acudiendo a comedores sociales para que su hijo tuviera algo que llevarse a la boca, que no podía más, que solo necesita una pequeña ayuda económica.
Tras varios segundos incómodos en silencio, Emilio le dice lo siguiente: “Mira, creo que podemos llegar a un acuerdo con la siguiente condición, podría ofrecerte una ayuda económica cada mes si me prometes que ese niño nunca sabrá que soy su padre”
Ambos llegan a un acuerdo y se despiden.
3 semanas antes del asesinato de Carmen
Carmen, se despierta en mitad de la noche, se dirige al baño de correprisas con la intención de vomitar debido a las náuseas, Emilio, se despierta y preocupado e intranquilo le pregunta que qué le sucede, ella le explica que ha tenido que coger un virus pero Emilio no consigue entenderlo, le dice que lleva rara varias semanas y que no la entiende.
Al día siguiente, Carmen se despierta y se dirige a casa de Pedro preocupada por los síntomas que estaba sufriendo, no aguanta más y decide confesarle lo que le está ocurriendo, diciéndole lo siguiente:”Tengo motivos para creer que estoy embarazada y que el hijo es tuyo, ya que con Pedro llevo meses sin mantener relaciones, y además también Emilio empieza a sospechar debido a los síntomas que estoy sufriendo.”
Pedro al verla con la voz temblorosa y fuera de si decide calmarla, le explica que encontraran una solución, que nunca la dejará sola, pero ella no consigue tranquilizarse, le explica que es una mujer casada, que su marido la repudiará, la dejará sola y le odiará.
Tras varias conversaciones Pedro le propone una solución, marchar los dos solos, escapar, alejarse de la ciudad y dejar todo atrás.
Carmen se queda totalmente perpleja, siente que es muy precipitado, que su vida está allí, pero sabe que si se queda su vida tendría fecha de caducidad.
Pedro le dice que puede pensarlo, pero que el tiempo corre en su contra, ya que su tripa cada vez crecerá más. Que piense y medite y en unos días lo volverían a hablar.
Casa de Marguerite
Margarite se encuentra haciendo la cena mientras que Andrey, hijo de Margarite y Emilio, pintor, rubio con el pelo liso y ojos verdes y rasgados organiza la pintura, minutos más tarde llaman a la puerta. Andrey decide ir a abrir y aparece un cartero, diciendo que tiene que entregarle una carta en mano a Marguerite, por lo que decide llamar a su madre, su madre acude y coge la carta, pero Andrey lee el remitente y el concepto y queda extrañado, debido a que ponía, “Márquez y dinero”.
Al día siguiente Andrey se dirige a casa de un cliente para pintar el salón de su casa, pero cuando va a comenzar se da cuenta de que se ha olvidado de sus papeles para no manchar el suelo por lo que decide pedírselos al cliente, este, le entrega unos periódicos y Andrey al verlos, lee en uno de ellos que aparece una noticia en la que el banquero de éxito llamado Emilio Márquez ha sufrido un accidente con su mujer y este queda pensativo en el apellido.
Andrey al acabar su jornada se dirige hacia su casa, va hacia la habitación de su madre en busca de pruebas que justifiquen su teoría. Empieza a rebuscar y encuentra debajo de su cama muchas cartas, en todas a nombre de Márquez con el concepto de dinero, al abrir una de ellas encuentra el nombre completo, Emilio Márquez, el mismo nombre que ponía en uno de los periódicos del otro día. Andrey sale de la habitación y llama a su madre.
Marguerite intenta aguantar la presión y las lagrimas pero no puede más y explota, diciéndole lo siguiente: “Ese hombre es tu padre, y lleva 20 años sin querer saber nada de ti (le cuenta toda la historia).” Andrey se va de casa y se queda unos días sin regresar.
Un día antes del asesinato de Carmen
Pedro se dirige a casa de Carmen, y le pregunta que como está, que si sabe ya su decisión, ella le dice que sí, que se marcha con él, Pedro, emocionado, le dice que haga las maletas con
precaución y que marcharán al día siguiente, que quedarán en el callejón de al lado de su casa y marcharán. Se despiden con un beso y un te quiero sincero.
Esa misma noche, Carmen se encuentra en el salón con sus hijos, se muestra muy cariñosa y sensible, les dice que les quiere y que nunca lo olviden, que sean ellos mismos y nunca nadie les diga cómo tienen que ser, que luchen por sus sueños.
Día del asesinato
Carmen con las maletas marcha hacia el punto de encuentro que había acordado con Pedro, por los nervios esta llega con bastante antelación. Carmen anda intranquila, nota como si alguien le estuviera siguiendo y se para en el callejón. De repente un hombre agarrando el cuello de Carmen termina con su vida. Minutos más tarde aparece Pedro gritando. Desesperado, sin poder creerlo, han asesinado al amor de su vida.
Pedro contacta con la policía para que acudan y posteriormente con Emilio, Emilio al llegar y ver las maletas queda totalmente sorprendido. No puede entender nada, su mujer asesinada y unas maletas, siente que quería huir, se siente hundido.
La policía le explica que todo concuerda con un intento de huida fatídico, Emilio no logra entenderlo, grita alto y sollozando:” Como marido suyo que soy, no quiero que se realice ninguna investigación del caso, no lo merece,no merece que lloremos su pérdida, ¡es una fulana!”.
Pedro, sin ser todavía muy consciente llora sin cesar, y al ver que la policía se desentiende del caso ya que su marido ha tenido el poder de decidir que no se investigará dicho caso, decide investigar por su cuenta y hacer justicia por Carmen.
Al día siguiente, Pedro se cuela en casa de Carmen buscando pruebas para incriminar a Emilio, ya que cree que es el culpable de todo esto, aquí encuentra la carta de Margarite de
hace 20 años en la que ella confesaba que tenía un hijo con él. Encuentra la dirección de Margarite.
Pedro decide acudir a la dirección que aparecía en la carta y le abre Andrey, este le dice que quien es, a lo que Pedro responde que es policía y que le gustaría hacerle unas preguntas.
Andrey no logra entender nada, pero se pone nervioso, Pedro decide ser claro y le pregunta que si conoce a su padre Emilio, este le responde enfadado diciendo que quién se cree para preguntar por su padre, a lo que Pedro le responde lo siguiente:”Tienes razón, mejor te preguntaré por su mujer, la difunta Carmen, asesinada hace unos días”. Andrey sigue sin entender nada y le dice que no conoce a esa mujer, pero Pedro, muy seguro de sí mismo decide mentirle y decirle que tiene pruebas para creer que sí que la conoce y sacarle la verdad. Andrey de repente empuja a Pedro, le grita que se vaya de su casa, Pedro le explica que si no hubiese matado a Carmen no estaría tan nervioso, que se ha delatado, Andrey se viene a bajo y comienza a llorar, mientras le confiesa lo siguiente: “ Sí, fui yo, en un ataque de ira y desesperación como venganza hacia mi padre, por habernos tenido tantos años viviendo en la miseria sin que le importamos nada. Se que no puedes ponerte en mi lugar, pero si descubrieras de repente, que 20 años después tu padre está vivo, al cual no le importas, tiene dinero y una familia feliz. Tú también le atacarías donde más le doliese, con su mujer.”
Pedro queda totalmente estupefacto y le dice lo siguiente.” Sé que tu padre te lo ha hecho pasar muy mal, pero Carmen no tenía la culpa y has asesinado a una mujer inocente que solo quería ser feliz.” Andrey le explica que él también solo buscaba ser feliz y le tocó esa vida.
Pedro desesperado le dice que por qué a ella, que ella no se lo merecía, pero Andrey le explica que sabía que sería lo que más le dolería a su padre. Pedro se levanta decaído, saca las esposas y le dice:” Quedas arrestado por el asesinato de Carmen Aguilar. Andrey entre lágrimas grita:”Mamá, espero que puedas entenderme”.
Interior de la comisaría, regreso al comienzo de la historia.
La policía le pregunta, “¿nada más que añadir?” A lo que él responde, no, así es como asesinaron a Carmen Aguilar.
FIN
2do Lugar: ENTRE EL MEDIO DE LA ARENA
Por Sury Elibeth Rodríguez Taveras.
Una mañana en las costas del Este de Samaná, donde el sol daba su frío con fuerza y las aves gritaban buscando pez que agarrar, se encontraba Margarita en medio del vasto mar junto con otros pescadores, finalizando ya una entrega de pesca. Se encontraban recogiendo la última red para poder regresar a sus casas y ver a sus seres queridos después de un largo tiempo.
Unas horas después de fondear y haber sacado la almadía ya se daba por terminada aquella temporada sin descanso de lo que parecía un sacrificio, pero que, en aquella época, era la principal vía de sustento para tantas familias. Por ello, Margarita al guardar sus cosas y encaminarse junto con sus compañeros al pueblo para vender toda mercancía; pudo su rostro de forma leve mostrar una sonrisa con tranquilidad, sabiendo que en sus degastadas manos iban a sentir, dos medios pesos en lo vendido.
El atardecer color anaranjado bañaba las grandes montañas, Margarita de camino a su casa estaba llevando consigo algunos víveres y objetos que sabia que su padre por no querer ir al pueblo no los iba a tener. Después de una hora caminando, entre matorrales, vio con sus ojos cansados la anhelada puertecita de su casita, donde solo por ver esa puerta aferrada a una soga casi brotan lágrimas de sus ojos, pero no, no salieron porque dentro de ese cuerpo de mujer, Margarita entendió que debía ser fuerte y jamás demostrar debilidad. Para los pescadores de aquella zona no era un secreto que volver después de una temporada de pesca era un milagro, debido a las tormentas y animales marinos, así que Margarita se armó de valor para no llorar ahí enfrente de su hogar y entró para poder ver a su querido padre después de tanto tiempo.
Cuando al fin abrió aquella puerta de roble pudo ver como su padre limpiaba lo que parecía una mesita hecha de palos, por el sonido de la madera su padre giró su degastado cuerpo, y dejando su trabajo y sin que la edad se viera corrió todo lo que pudo, donde abrazó con todas sus fuerzas a su hija.
Después de ponerse al día, Margarita solo escuchando a su padre solo por su mente pasaba el simple hecho de como su vida se le estaba pasando por sus ojos, desde niña tuvo que empezar a vender jícaras para ganarse la vida, y viendo como no era la suyo, tuvo que empezar a pescar, sin tener la oportunidad de concebir hijos.
Margarita no le dio paso más a sus pensamientos, los estragos del tan largo viaje ya empezaban a hacerle efecto, ya el entumecimiento de sus piernas, brazos y el peso que tenía sobre sus ojos, ella sintiendo que se le olvidaba algo, pero con un sueño grandísimo, le dijo a su padre terminando en seco la conversación, que ya se iba acostar.
Teniendo mil cosas por hacer después de su llegada, dejó aun así que el catre se hiciera de ella y así sin más cayó en un profundo sueño, sintiendo después de tantos meses una paz y calma al lado de Morfeo. Su padre todavía sin ánimos de irse acostar, al tan temprana hora para él, se quedó terminando una jícara que había empezado hacer, por la edad que tenía hacer manualidades era su entretenimiento en los días de soledad mientras no estaba su hija.
Las horas habían pasado y ya la noche arropaba y oscurecía toda la costa, subiendo también así a la peligrosa temperatura. El padre de Margarita mirando su obra de arte, se recordó que debía buscar más palos para el fuego, ya que este en pocas horas estaba a punto de desvanecerse; y más por las corrientes frías que removían la casita como si una pluma fuera.
El señor inconscientemente empezó a temblar, tratando de apaciguar el frío buscó con la poca luz un par de palos que le quedaban, sabiendo para sí, que debía de salir junto con la brisa, la misma luna de acompañante y con su machete, al menos para poder pasar la noche. El señor desde hace años estaba acostumbrado a salir así, así que, sin querer despertar a su hija, salió a toda prisa notando que en el cielo la luna empezaba a ocultarse por las extensas nubes, dejándole entender que en ese momento él iba a estar solo.
El padre de Margarita todo un conocedor del clima solo pudo desear que le alcanzara el tiempo.
El señor con toda seguridad recorrió entre la mucha vegetación casi en total oscuridad, cortando con su machete viejo de color oxido rojizo, cualquier rama mal puesta que pudiera ver. En esos momentos cualquier persona al verlo pensaría en como este señor de casi ochenta años pudo con facilidad manejar un machete, envuelto de tanta brisa y además de noche, y la verdad que no es secreto que el padre de Margarita era conocido en la zona como un diestro en cualquier trabajo manual, desde haciendo jícaras y vendiéndolas cuando era joven junto a su padre, hasta ser el mejor en la pesca, enseñándole a su hija sus mejores conocimientos, pero sintiendo el que aun así, su extirpe no cumplió con sus expectativas.
Terminando de recolectar suficientes palos, se encamino de vuelta a su casita, ya después de un largo recorrido, vio a lo lejos su hogar, sintiéndose en paz, camino con total tranquilidad, sin darse cuenta, una gran ráfaga de aire de un momento a otro azoto le sin perdón alguno, logrando que se deslizara por un barranco, y así sin más perdiéndose todos los palos que con tanto esfuerzo él había logrado conseguir. Por lo rápido que pasaron los acontecimientos, el señor rodo por un par de minutos en la vereda, y con toda la edad encima sus ojos se cerraron, sintiendo tanto miedo que ahí, en el medio del monte ni su hija lo iba a poder encontrar.
Pasaron las horas y ya había empezado a llover Margarita sintiendo unas gotas cayéndole en los ojos, lo que hicieron que se despertara, extrañando que su padre no estuviera, Margarita mirando a todas partes se fijó que se había apagado el fuego, y viendo como no había palos, entendió de prisa la situación, y así con un miedo atroz por su única familia, salió sin más a buscarlo. Buscó y buscó, y por más que intentaba no lo encontraba; sabiendo que mientras más tiempo pasara, menos oportunidades iba a tener su padre.
Los ojos de Margarita empezaron a llover junto con la lluvia que caía del cielo. Para ella era extraño sentir ese liquido fluyendo por sus ojos, no porque no fuera humana, sino porque tenía tantos años sin sentir siquiera ese sentimiento, esa tristeza al saber de nuevo que iba a perder a alguien a quien amaba. Pasó un par de horas buscando a su padre, sintiendo el cansancio de sus pies, el surgir los truenos en el horizonte con más fuerza, la hicieron, regresar a su casita, solo a esperar que el tiempo fuera mejor.
La mañana llego nublada y para su desgracia se había quedado dormida en una silla de palos en una esquina de la casita. Cuando abrió los ojos lo primero que vio fue a su padre, estaba acostado envuelto en una pequeña tela, intentando menguar el frío que sentía su cuerpo. Hubo solo silencio, Margarita por el shock, solo se quedó sentada, mirándolo fijamente, creyendo que si se movía el cuerpo de su padre iba a desaparecer, y en su mente lo único en lo que pensaba era de que no lo pudo salvar, que por su incapacidad se iba a quedar sola.
Pasaron unos minutos y Margarita seguía en ese shock, solo sintiendo un vacío tan grande que no le daba las fuerzas para moverse de ahí, y ese mismo instante su padre aferrado a la manta y medio mojado, abrió los ojos, simplemente mirando a ese techo de zinc, pero de forma forzada dándose cuenta de que su hija ya había despertado, levanto su cabeza y ahí con sus dos cansados ojos la miro.
Se vieron a los ojos por unos instantes, hasta que el señor le dijo: Mija, no te importa ver como esta tu papá. Y solo por ese comentario Margarita despertó de su ensoñación y corrió a los brazos de su padre, y lloro, de nuevamente.
Su padre le explico que por el golpe se había desmayado, pero gracias a Dios en medio de la lluvia se despertó, junto fuerzas y encontró la forma de volver a su casa. Margarita por dentro sentía como que le habían quitado un peso de encima, pero a la vez sentía culpa, ya que ella entendía de que quizás si se hubiera esforzado ella misma lo encontraría. Empezó a llover, parando así cualquier conversación, y recordándoles que todavía no tenían palos para alimentar el fuego, un fuego ya extinto.
A pesar de la impotencia que tuvo Margarita, tuvieron que quedarse en la casita, congelados por la falta de fuego y sin ningún tipo de ayuda. En todo caso su padre se enfermó días después en aquel ambiente sombrío y lluvioso. Por mucho que quisiera hacer Margarita ya la temporada de pesca había terminado y nadie pasaría por aquel golfo, ni para pasear. Los días ya estaban contados para su padre.
Transcurrido una semana, los grandes vientos no tenían ningún indicio de parar, los mares solo echaban enojo y furias. Tanto Margarita como su padre se encontraban muertos del frío y del hambre. El peso que le sobró de las cosas que compró en el pueblo, Margarita en la semana los había gastado en comida y en algunas frazadas que para su mala suerte estaban llegando a su fin. Su padre enfermó hasta no poder y las condiciones sólo esperaban ser más graves.
Margarita desesperada, aterrada y con un miedo enorme, salió de la casita dejando dormir a su padre, y estando ahí afuera en medio de la lluvia, volvió a llorar, por lo débil que era, por no poder cuidar a su padre, por vivir siempre con miedo, dependiendo de los demás, y solo permitiéndose sentir todas esas emociones en su punto más bajo, se dio cuenta que si quería salvar a su padre no solo debía dejar de escapar de sus miedos, sino enfrentarlos, y dejar que sean parte de ella, y así solo teniendo eso como lo único seguro, Margarita ya sabía lo que debía hacer.
Había parado de llover, significando que era el momento para salir, Margarita tempranito se alisto, se despidió de su padre, sin este entender bien lo que ella haría, Margarita salió, con miedo, pero con esa fortaleza que desde aquella inflexión nunca había sentido.
Margarita estaba de camino a su segundo hogar, el lugar donde entendía que solo ahí podía encontrar la solución a sus problemas. Margarita al ser mujer la tenían acostumbrada a siempre pescar en grupo, nunca sola, así que, en ese momento, donde solo las nubes negras y la brisa agresiva envolvían la costa, Margarita se sentía capaz de lo que sea, y claro estaba en el único lugar, donde entendía que sabía hacer bien.
Al sacar el ancla y armar todo lo que necesitaba, empujó con toda su fuerza la yola que había sido una vez de su padre, y se marchó entre el estruendo de las olas, y los susurros de la brisa.
Pasó entre los Bajíos hasta los arrecifes, y sólo cuando estuvo lo suficientemente lejos, que las nubes negras dejaron de mostrarse encima de ella, vio que ahí era donde debía detenerse. Cuando agarró el ancla y la lanzó se dio cuenta que todo a su alrededor se paró, una repentina calma entre las olas yacía ahí posando sus dedos en el agua tenía la corazonada de que todo iba a estar bien.
Margarita se sentía cómoda, por muy misteriosos que fueran aquellos arrecifes ella los conocía como la palma de su mano, por ello como toda profesional en su trabajo agarró la caña, le puso el cebo y para concluir lo empatillo para así lanzarlo y esperar que sucediera la magia. La idea de Margarita era recolectar los peces que pudiera, proceder a venderlos y con el dinero que ganaría comprarle medicinas a su padre, sin embargo, la temporada alta ya había terminado y encontrar algún pez en estas condiciones era solo un sueño, pero sabiendo eso, siguió sola esperando un milagro en medio del vasto y grande mar.
Pasada la medianoche nada había agarrado la red, y sin ninguna duda se movía de lugar, porque dentro suyo sentía una voz que le decía que ahí era donde iba a conseguir peces y ahí se quedó, por largas horas sabiendo que si regresaba con las manos vacías su padre podría morir, y no solo eso, sino que ella misma se debía demostrar que podía, que aquellos comentarios tiempo atrás sobre su capacidad solo eran eso, palabras.
Al cabo de unos minutos Margarita ya podía sentir como sus ojos sólo cedían al profundo sueño, además el movimiento de las pequeñas olas solo hacía más rápido el proceso. Solo pudo pensar para sí misma antes de caer en un total sueño en que si Dios realmente existía que por favor la ayudará a conseguir algún pez para su padre, porque él era lo último que le quedaba, y por más vergüenza que él le pueda tener, él es su padre.
Al quedarse dormida no pasarían un par de minutos cuando ella sintió algo chocar con su yola, haciéndola despertar abruptamente de su liviano sueño. Se movió rápidamente a ver qué era, ve que algo ha agarrado la red. Emocionada por su logro empieza a jalar, y mientras lo hacía notaba un misterioso silencio, lo cual le extrañaba porque al agarrar algún pez debería de haber movimiento en el agua, lo cual no había.
Mientras Margarita se hacía esas preguntas y más la red llegaba a su fin, las preocupaciones que ella sentía más y más crecían. El momento llegó y las manos de Margarita no tenían donde más agarrar y ahí, en sus manos hacia la momentánea esperanza de su padre.
Todo pasó en un instante, Margarita gritaba y nunca en su larga vida había estado tan aterrada, en ese momento. Sus manos temblaban, pero la preocupación a lo que sus ojos veían eran tan grandes que eso logró que sin pensarlo mucho agarró con sus dos duras manos un pequeño bebé hecho de arena, tan perfectamente hecho que por un segundo pensó si era real, pero así ya estando en sus manos de forma rápida vio como empezaba a disolverse como si estar fuera del agua no lo dejara tener su forma, Margarita desesperada agarro un balde que tenía con agua y lo sumergió ahí creyendo que quizás podría volver a su forma original.
Por unos instantes pensó que era un sueño, y mientras veía el bebé armarse de nuevo en el agua aprovechó y se echó grandes cantidades de este líquido a ver si despertaba de aquella pesadilla, pero no. La mente de Margarita viajaba entre sus pensamientos tratando de darle sentido a lo sucedido mientras que sus manos inconscientemente remaron a toda prisa a la orilla, lamentándose de no haber recogido algún pez y sintiendo de nuevo miedo de perder a su única familia.
Cuando arrimó a la playa, corrió a toda prisa a su casa y con un supuesto bebé en un balde con agua. La criatura no hablaba ni emitía sonidos, pero se movía. Al llegar vio como su padre estaba postrado en la cama, blanco como las nubes, tratando de evitar ese hecho se acercó mostrándole el balde donde estaba el bebé y para contarle cómo lo había encontrado, pero sucedió algo inesperado, cuando iba a enseñarle el balde ya no estaba el bebé, solo había agua.
Margarita segura de lo que vio buscó en toda la casita, y hasta afuera, pero nada de aparecer el bebé. Su padre todo enfermo solo la miraba decepcionado, creyendo que, por vivencias de familiares anteriores, Margarita ya había caído en la locura.
Al ser tan tarde Margarita se dejó llevar de los comentarios de su padre y cayó en la conclusión de que todo era producto de su cansancio.
El sol sin haber saludado tenía ya a Margarita fuera pescando y pescando, sin parar, pero sin ningún pez en la red, debido a eso, decepcionada y triste regresó al medio día a su casita sin nada en las manos.
Cuando Margarita visualizaba la puerta de su casita escuchó cómo su padre desesperadamente gritaba de miedo, ella preocupada corrió a toda prisa ver qué había sucedido, y al entrar vio cómo su padre decía con gritos ahogados: ¡UN NIÑO, UNA JÚPIA HA ENTRADO!, con mucha desesperación lo decía tirado en el piso, en una esquina. Margarita sin saber qué hacer, corrió a los brazos de su padre para ver si se encontraba bien, al mirar hacia atrás donde el niño, se dio cuenta que era el mismo que había llevado la noche anterior, solo que esta vez estaba a la altura de un pómulo de una puerta. El niño los miró de arriba a abajo y les dijo, no con palabras ni con gestos, fue de una forma tan especial donde en sus propias cabezas podían escuchar su voz, tan audible como si aquel niño estaba a sus lados susurrándoles el oído:
"Gracias Margarita por haberme ayudado ese día, pero no vuelvan a pescar en estas aguas nunca más, váyanse al otro lado de las montañas y les irá bien. Díganle esto a los demás, porque si los veo por aquí nueva vez ni siquiera los peces verán.”
Y diciendo esto, el niño se acercó lentamente y de un pestañeo tenía en sus pequeñas manos un balde que le entregó a Margarita donde contenía ocho peces de todos los tamaños y colores. Margarita estaba estupefacta y ni de la boca de su padre o suya salían palabras para decirle a aquel niño de arena. Pero respirando profundo Margarita ya con una mirada diferente en sus ojos pudo sin miedo mirar los ojos del niño y decirle: Enserio, muchas gracias, nos salvaste.
Por pura coincidencia o como si todo estuviera coordinado, ese niño al escuchar las palabras de Margarita, en un pestañeo de ellos desapareció sin dejar rastro alguno, como si la espuma de los choques del mar le hubieran ayudado con su escape, o como si la brisa escuchando los acontecimientos lo quiso ayudar, y aunque Margarita corrió en su búsqueda, sus mortales ojos no lo vieron nunca más.
Margarita después de tantos años pudo en ese instante mientras buscaba al niño, permitirse llorar, sentir, dándose cuenta de que ya no es una copia de su padre, o una simple mujer pesquera, sino que ella es capaz de lograr cualquier cosa, no sin miedo, sino abrazándolo y haciéndolo parte de sí.
Una hermosa tarde Margarita en la galería de su casa se tomaba una taza de café, y solo en momentos así de calma se recordaba sus vivencias lejos ya de aquel golfo donde vivió tantos años sola con su padre, pudo recordar como gracias aquel niño de arena, pudo, aunque sea alargar la vida de su querido padre hasta el final, pero no solo eso, sino también sobre la advertencia de lo que pasaría sobre su costa en el año de 1946.
Todo eso lo recuerda con mucho cariño, sabiendo en la gran mujer que se convirtió, siendo capaz, muy capaz a hacer lo que sea.
3er Lugar: El Archivo de los Destinos Perdidos.
Por Jade Pacheco.
Dicen que existe un lugar donde van los nombres de aquellos que nunca existieron. No es un cementerio ni un cielo olvidado. Es un archivo, oculto entre las sombras del tiempo, donde los destinos errantes esperan su turno para ser escritos.
Mateo despertó con el estruendo de su propio cuerpo cayendo al suelo. Aún desorientado, levantó la vista y escuchó a su esposa Sara gritar desde la cocina:
—¡Llegarás tarde!
Con un suspiro resignado, Mateo se levantó, se alistó apresuradamente y, como siempre, salió corriendo hacia su rutina diaria.
A pesar de los cinco años de matrimonio, la sonrisa de Sara seguía iluminando su día, aunque su vida laboral no cumplía sus expectativas. Licenciado en Historia, soñaba con descubrir civilizaciones perdidas, pero en realidad, pasaba sus días en la Biblioteca Municipal, organizando documentos olvidados.
Ese día, su compañero de turno, Víctor, no apareció, y Mateo se quedó trabajando solo hasta la medianoche. Buscando distraerse, decidió explorar la bodega, un lugar vasto lleno de historias ocultas. Se sumergió tanto en ese mundo de cajas y estantes que perdió la noción del tiempo. Cuando vio el reloj, ya era tarde, y justo cuando iba a salir, un golpe seco lo detuvo. Un libro había caído solo.
Era extraño: un cuaderno de tapa negra, sin título, ni autor. Lo abrió con cautela, solo para encontrar páginas en blanco, hasta que, al final, descubrió sobres amarillentos adheridos en la contratapa. Dentro de uno, un nombre elegante se escribió con una caligrafía que le resultaba vagamente familiar: John Smith. En la hoja, solo había una hora y una fecha.
Intrigado, Mateo estaba por abrir otro sobre cuando un sonido lo alertó. Subió al primer piso, pero el edificio estaba vacío. Caminó hasta su escritorio y dejó el cuaderno sobre este. Al darse la vuelta se encontró con un anciano que parecía perdido en la biblioteca.
Tras un intercambio de palabras donde Mateo con expresión cansada le pedía al señor que se fuera, el anciano sin permiso tomó el cuaderno con una curiosidad inquietante
dejándolo caer al suelo torpemente. Mateo lo recogió pero al levantarse, el anciano había desaparecido.
Confuso y sin prestar mucha atención, Mateo tomó el cuaderno de registros para firmar su salida de la biblioteca, pero no se percató que en el cuaderno que había firmado había sido el que se encontró en la bodega. Salió del edificio tras cerrar una ventana que había dejado abierta, aunque sentía el presentimiento de que en él algo había cambiado.
A la mañana siguiente, cuando Sara regresó de su turno nocturno como enfermera, no lo reconoció. Lo echó fuera de su casa, convenciéndose de que era un extraño. Desesperado y aturdido, Mateo corrió hacia la biblioteca, sólo para descubrir que allí tampoco recordaban su nombre o quién era. Todo rastro de él había desaparecido, y su identificación había quedado en blanco.
Desorientado, salió del edificio. Su cabeza daba vueltas y la opresión en su pecho era cada vez más fuerte. Mateo caminó hasta llegar a una banca donde se sentó con la cabeza entre las manos. La gente pasaba a su alrededor sin mirarlo, como si fuera invisible.
—Tu historia cambió porque la escribiste con tus propias manos —dijo una voz.
Mateo levantó la cabeza bruscamente.
El anciano de la noche anterior estaba allí, de pie a su lado en la vieja banca del parque central.
—¿Quién eres? —susurró Mateo.
Con mirada sabia, el anciano le explicó que había encontrado el Cuaderno de los Destinos Perdidos, el cual cambiaba la realidad de quien lo poseía, pero a un precio. Al escribir su nombre por accidente en el cuaderno, Mateo había alterado su vida, y ahora debía elegir: continuar con la nueva realidad o regresar a la antigua, teniendo en cuenta que, corría el riesgo de perder todo lo que había deseado.
Mateo, lo analizó y ansioso por haber encontrado un objeto mágico que le ayudara a cumplir su sueño, escribió: "Mateo se convirtió en el historiador más reconocido del mundo." La realidad cambió de inmediato.
Al abrir los ojos, se encontró aplaudido y admirado en un escenario, con el prestigio que siempre había anhelado. Pero al buscar a Sara, entre los asientos, no la encontró. Tres días después de viajar por el mundo, observar fotos donde ella no aparecía y preguntarle a los que iban con él, donde estaba, se dio cuenta de que Sara ya no existía en su vida.
Desesperado, fue al hospital donde Sara trabajaba, pero nadie la recordaba. El cuaderno, al igual que antes, reescribió su historia, pero ahora Sara había desaparecido de su memoria. Mateo regresó al parque central, donde se encontró con el anciano nuevamente. Tras confesar su arrepentimiento, tomó el cuaderno una vez más y escribió: "Mateo recuperó a Sara, el amor de su vida y fue un gran historiador."
Esperó, con el corazón en un hilo. Pero lastimosamente no funcionaba así. Había perdido la oportunidad de modificar su vida y ahora el cuaderno escribiría otra realidad para él. El anciano, Don Octavio, apareció nuevamente para explicarle con una extremada quietud que había llegado demasiado tarde.
El cuaderno le había cumplido su deseo, pero a cambio de algo que realmente era valioso para él. Otra vez, Mateo decidió dejar todo para recuperar al amor de su vida, ignorando las advertencias del anciano para que no lo hiciera.
El joven escribió; "Mateo abandonó su carrera como historiador y regresó a su ciudad natal para reencontrarse con Sara."
Sin embargo, nuevamente las cosas no salieron como Mateo esperaba. Podía volver a ver a Sara, pero esta no lo conocía a él. El dolor en Mateo era inmenso, y por más que intentaba escribir una y otra vez en el cuaderno como quería que continuase el curso de su vida, solo logró conseguir que el cuaderno empezara a borrar su existencia.
Don Octavio apareció por última vez, solo para recordarle a Mateo lo importante que era que siguiera las reglas. Mientras más reescribía, más se borraría de sí mismo hasta dejar de existir.
Su voz gangosa solo emitía el nombre de Sara una y otra vez mientras Don Octavio lo observaba con una mirada triste.
Con dedos cada vez más transparentes, Mateo tomó la pluma que yacía junto al cuaderno. En un último acto desesperado, intentó escribir: "Mateo volvió a su vida normal
con Sara." Pero la tinta no fluía. La pluma atravesaba el papel sin dejar marca. Miró sus manos. Ya casi no estaban allí. Su cuerpo se desdibujaba como una fotografía antigua. En sus últimos momentos de consciencia, Mateo comprendió la verdad: había intercambiado lo que ya tenía por lo que creía querer, y al final, había perdido ambas cosas.
Mientras se desvanecía, vio cómo el señor Octavio recogía el cuaderno del banco. Con manos arrugadas, el anciano sacó de su bolsillo un sobre amarillento. En él escribió con su elegante caligrafía: "Mateo Álvarez". Lo selló cuidadosamente y lo añadió a la colección de sobres en la contratapa del cuaderno.
Luego, con un suspiro, el escritor se alejó, llevando consigo una historia más para el Archivo de los Destinos Perdidos.
Fin.